Hacia mucho que no me dignaba a escribir y en la última
entrada, sin pedírselo, el camarada Rata de Cloaca excusaba con un motivo de
peso al introducir la entrevista de Olmo los porques. El susodicho, convertido
de nuevo en periodista andergraun sin pretenderlo en ningún momento, como si tal payaso moderno asqueroso que
necesita llenar de banalidad su memoria a corto plazo para poder contar algo en
el bar de mierda, al que va su fin de semana de mierda, con sus amigos de
mierda, para beber una cerveza de importación de mierda porque como buen
imbécil desprecia las mahous gloriosas que bebe la gente vulgar, pero vamos que
en el caso del Rata de Cloaca no es así, no cunda el pánico y sobretodo sin
desviarnos, nuestro aliado a la muerte pone encima de la mesa que nuestras
vidas volvían a girar en torno al trabajo. Ante tal situación de emergencia me
he vuelto obligado a ponerme manos a la obra y decir bien claro que trabajar,
lo que es trabajar, ciñéndonos a su definición científica lo ha hecho siempre
un servidor y lo hace toda la tropa, todos los minutos, todas las horas y todos
los malditos días. Por eso me gustaría matizar que se debe referir a trabajar
por un sueldo como en la mejor serie del mundo, protagonizada por supuesto por
dibujos animados, Homer lo describe de manera magistral, hacemos masa de
cemento o pan, golpeamos teclas de un ordenador, servimos copas o reponemos
estanterías por jodido dinero.
Y ya después de esa pequeña pero imprescindible
puntualización, se me viene a la cabeza una pregunta, ¿existe el equilibrio?
No nos vayamos por las ramas, no me refiero a esa tropa que
anda encima de una cuerda, ni siquiera a esos chavales que todos miramos alguna
vez atónitos en el parque cuando ataban una cinta entre árbol y árbol para
caminar encima, ni a los que sortean coches en los amasijos de asfalto para
limpiar los parabrisas de curritos o pijos en los semáforos en rojo, y vuelva
la redundancia del principio, por unas monedas, sino a una contradicción, la
contradicción de las contradicciones.
Ojo, tampoco me refiero a las carreras que se producen en el
metro a las seis o siete de la mañana para poder ir sentado en el siguiente
trasbordo, gente de lunes a jueves con traje y el viernes con chinos y camisa
con botones en el cuello, que al mediodía come las lentejas de un taper que
lleva en una mochila bandolera de forma cúbica, que viste vaqueros y lleva una
mochila con poca ropa de gimnasio o compagina una camiseta de propaganda con un
pantalón lleno de manchas de pintura, aquí nadie se libra. Competiciones que sin duda muestra la
capacidad de análisis que tienen las personas sin darse cuenta, todos somos
conscientes de lo que viene luego aunque nos pongamos una venda en los ojos
intencionada o no. Solo puede haber una explicación, apuramos para poder
disfrutar de un jodido trozo de nuestro día, y eso que el año tiene trescientos
sesenta y cinco, con el lomo relajado, porque sin duda sabemos, en primer lugar
que todos son iguales (o casi todos), y en segundo que en ese día en concreto, lo que viene luego al
salir de la estación de salida es una putada. Por eso deseamos que se pare el
tiempo para no que no interrumpa la aséptica melodía de la alarma o deje de
molestar el tecno a todo trapo que adrede o no suena en los cascos del colega
de al lado, descansar en ese vagón, en esa estación, en ese instante porque el
día anterior cuando salimos del tajo hicimos lo que más nos gusta y no dormimos
lo suficiente, ya sea beber botellines, jugar a los marcianitos, organizar la
enésima colección que hemos iniciado, ver más capítulos de la cuenta de nuestra
serie favorita o por mucho que me joda que exista gente así, escuchar recopilatorios de los sonidos tribales punteros de la
tercera isla más grande de la Polinesia (escuchar los Cicatriz es algo muy
típico de gente que comparte litronas), pero vamos, que más da eso.
Vamos a centrarnos y resumir porque para lo habéis pagado ya
esta bien, la mayor contradicción de los equilibrios de este mundo es como poder gastar tiempo en
llenar la cartera de manera que nos queden también minutos y energía para poder
abrirla, con cremallera, botón o lo que tenga y vaciarla. Apuras la botella de
agua con tu amigo que por la solidaria necesidad de tu compañía acaba de comprar, para luego
en el momento que firmas tu contrato de atleta en el anden de turno no puedes
ser tu el que compra una buena horchata artesana para echar la tarde viendo
como se escapa por la alcantarilla. ¿Existe un mayor porvenir, que diga
contradicción?, no queremos el fin de semana, queremos la semana entera. Así
que si queréis leer entradas diferentes todos los días empezar a pagarnos y
además haréis a el mariscal Bilipotas muy feliz, mientras seguiremos escuchando a los Tango.
ALVARITO CERVEZAS
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